martes, 8 de abril de 2014

¿Qué es educar?

Ya que estamos haciendo el famoso "díptico" sobre lo que es educativo (instrínsecamente y extrínsecamente) y lo que no del movimiento, voy a exponer mi ensayo sobre lo que es educar para mí. Con esta publicación pretendo que mis compañeros se puedan enriquecer de otras visiones y entre todos podamos acercarnos, un poco más, al ideal de educación y poder diferenciar lo que es educativo de lo que no:

          Responder a esta pregunta ha sido una de las grandes batallas que el homo sapiens – me atrevería a decir que el homo habilis también educó, aunque no reflexionara mucho sobre ello – ha peleado desde sus inicios. En este sentido, me viene a la mente el filósofo que marca un antes y un después en la vida de un estudiante de bachillerato: Platón. El discípulo de Sócrates concluía su obra La república con este concepto. Para él la educación era el método o procedimiento mediante el cual el filósofo o educador extraía de su alumno – siempre formulando las preguntas adecuadas – los conocimientos que el educador quería inculcarle. Estos conocimientos siempre estaban muy relacionados con valores éticos y morales, aunque también – como todos sabemos – las matemáticas tenían un papel fundamental en la filosofía platónica.

Por otro lado, hoy en día el diccionario de la RAE entiende por educar “desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc…“. En este caso se dividen las facultades del niño en intelectuales (de instrucción para Savater, 1996) y morales (de educación). No obstante, no podemos entender el desarrollo de una facultad intelectual sin una moral, y viceversa. ¿Acaso un científico puede clonar a un homo sapiens si él ha sido el descubridor del proceso de clonación? O por el contario… ¿Puede un filósofo afirmar que 8+8=88?

Es evidente que no, a no ser que en el primer caso el científico quisiera ser “linchado” por la sociedad; o en el segundo caso el filósofo sea el creador de la famosa frase cogito ergo sum y esté bajo los efectos del genio maligno.

Todos sabemos que la educación es el proceso de educar, pero… ¿cómo se debe llevar a cabo dicho proceso? Para Savater (1996), uno de los aspectos más importantes – quizás el que más – es el optimismo con el que el profesor debe afrontar su trabajo (o pasión). Debemos afrontar la vida con optimismo para levantarnos y aprender de todas las “moralejas” (enseñanzas, palos) que nos brinda. De lo contrario, si no le vemos salida al túnel, si no creemos que cualquier persona pueda dejar de ser un zoquete algún día, el proceso de educación se interrumpirá conduciendo así a la destrucción de los cimientos de la futura sociedad que en estos instantes se están forjando mediando la educación.

            Pero… ¿En qué contexto se debe educar? ¿Se puede educar en cualquier lugar? ¿Cuántas personas se necesitan para poder educar?

            En mi opinión – y con esto concluyo – cualquier lugar es válido para desarrollar la educación, aunque sí que es cierto que se han creado espacios artificiales que facilitan este proceso. Respecto a la población de una comunidad educativa considero que cuanta más diversidad de opiniones exista mayor será la interacción entre los educandos y, por tanto, más y mejores serán las facultades intelectuales y morales de los mismos al finalizar el proceso de educar – si es finito –. Como solían decir mis educadores: cuanto más azúcar, más dulce.

BIBLIOGRAFÍA:
·         Savater, F. (1996). El valor de educar. Barcelona: Ariel.

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