Responder a esta pregunta ha sido
una de las grandes batallas que el homo
sapiens – me atrevería a decir que el homo
habilis también educó, aunque no reflexionara mucho sobre ello – ha peleado
desde sus inicios. En este sentido, me viene a la mente el filósofo que marca
un antes y un después en la vida de un estudiante de bachillerato: Platón. El
discípulo de Sócrates concluía su obra La
república con este concepto. Para él la educación era el método o
procedimiento mediante el cual el filósofo o educador extraía de su alumno –
siempre formulando las preguntas adecuadas – los conocimientos que el educador
quería inculcarle. Estos conocimientos siempre estaban muy relacionados con
valores éticos y morales, aunque también – como todos sabemos – las matemáticas
tenían un papel fundamental en la filosofía platónica.
Por otro lado,
hoy en día el diccionario de la RAE entiende por educar “desarrollar o
perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por
medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc…“. En este caso se dividen
las facultades del niño en intelectuales (de instrucción para Savater, 1996) y
morales (de educación). No obstante, no podemos entender el desarrollo de una
facultad intelectual sin una moral, y viceversa. ¿Acaso un científico puede
clonar a un homo sapiens si él ha
sido el descubridor del proceso de clonación? O por el contario… ¿Puede un
filósofo afirmar que 8+8=88?
Es evidente
que no, a no ser que en el primer caso el científico quisiera ser “linchado”
por la sociedad; o en el segundo caso el filósofo sea el creador de la famosa
frase cogito ergo sum y esté bajo los
efectos del genio maligno.
Todos sabemos
que la educación es el proceso de educar, pero… ¿cómo se debe llevar a cabo
dicho proceso? Para Savater (1996), uno de los aspectos más importantes –
quizás el que más – es el optimismo con el que el profesor debe afrontar su
trabajo (o pasión). Debemos afrontar la vida con optimismo para levantarnos y
aprender de todas las “moralejas” (enseñanzas, palos) que nos brinda. De lo
contrario, si no le vemos salida al túnel, si no creemos que cualquier persona pueda
dejar de ser un zoquete algún día, el proceso de educación se interrumpirá conduciendo
así a la destrucción de los cimientos de la futura sociedad que en estos
instantes se están forjando mediando la educación.
Pero…
¿En qué contexto se debe educar? ¿Se puede educar en cualquier lugar? ¿Cuántas
personas se necesitan para poder educar?
En
mi opinión – y con esto concluyo – cualquier lugar es válido para desarrollar
la educación, aunque sí que es cierto que se han creado espacios artificiales
que facilitan este proceso. Respecto a la población de una comunidad educativa
considero que cuanta más diversidad de opiniones exista mayor será la interacción
entre los educandos y, por tanto, más y mejores serán las facultades
intelectuales y morales de los mismos al finalizar el proceso de educar – si es
finito –. Como solían decir mis educadores: cuanto
más azúcar, más dulce.
BIBLIOGRAFÍA:
·
Savater, F. (1996). El valor de educar. Barcelona: Ariel.
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